Valores de la cultura tradicional del
medio rural para una sociedad globalizada frente a una pandemia.
Estamos
viviendo unos meses de total excepcionalidad, una experiencia que pocas
personas se habrían imaginado. Dentro de una sociedad globalizada y neoliberal,
que se caracteriza por los intercambios comerciales y sobre todo de información
y mercado de datos. Los fuertes desplazamientos de las personas, nos presentan
el reto de la convivencia entre culturas, el acceso a la total información en
vez de ser una herramienta de desarrollo, ha propiciado que a menudo nos
parezcan más interesantes la tendencias importadas que las tradiciones
autóctonas.
Pero
no tan lejos en el tiempo nos quedan las sociedades pre-industriales, con su desarrollo
lento, en las cuales predominaba la agricultura y ganadería de subsistencia,
con algunas producciones a escala artesanal de la sociedad gremial. Los intercambios
comerciales eran escasos, pero con unos
conocimientos ancestrales que hizo posible la supervivencia en los pueblos a lo
largo de todas la eras de la humanidad.
Hemos
vivido un cambio tan rápido que una misma persona del S. XX, nacida en una
habitación sin luz ni agua corriente, pudo llegar al manejo de internet. Este
hecho debería ser una oportunidad para la sociedad. En
muchas ocasiones afirmamos que vivimos demasiado rápido, y se puede interpretar
que olvidamos de los valores humanos de las sociedades rurales pre-industriales.
Envueltos en esa vivencia acelerada, sin darnos cuenta, nos encontramos con
fórmulas importadas de otras culturas, que con nombre diferente, tienen el
mismo sentido y trasfondo que muchas tendencias rurales.
Si
tratamos las habilidades sociales que se demandan en estos días de pandemia, la
más relevante será la solidaridad, la cual estaba muy presente en todas las
aldeas y que resultaba imprescindible para el desarrollo colectivo, tanto de
los trabajos individuales de cada familia como de cada pueblo. Valores que no
podrían faltar en la comunidad rural son la paciencia y la regulación emocional;
no se ha llegado al S. XX utilizando el arado romano con prisas y estrés, lo
cual no ha impedido el desarrollo de la agricultura.
La
empatía y comprensión fueron valores humanos muy presentes en las comunidades
rurales, sobre todo con los menos favorecidos que buscaban de una ayuda colectiva.
Si
analizamos la vida de los pueblos nos encontraremos con competencias laborales
que todos deberíamos manejar en estos meses. Si hablamos de auto-aprendizaje
dirigido y enfocado, lo encontraremos en los artesanos autodidactas de las
sociedades gremiales rurales. Si tratamos la flexibilidad cognitiva nos podemos
acordar de todos aquellos abuelos que no habiendo manejado más que un carro de
bueyes fueron capaces de sacar el carnet de conducir coche cuando el desarrollo
de su familia lo ha necesitado. Y si citamos la gestión del tiempo -muy
importante en días de confinamiento- podemos imaginar aquellas mujeres capaces
de hilar lana, mientras tenían el pote al fuego, la hornada de pan reposando,
la gallinas en el corral y los hijos en una cesta jugando con trapos. O la resiliencia
individual de cada persona y colectiva de cada aldea, para sobreponerse a
dificultadas adversas; si tratamos de enfocar la resiliencia necesaria para los
días de inmediatos, tal vez nos debemos mirar en el espejo de tantas personas
que inventaron el estraperlo como forma de vida y subsistencia de sus familias
rotas por una contienda civil.
Estos
días de confinamiento invitan también a la reflexión, cada uno según su
capacidad de análisis podrá sacar conclusiones. En una misma sociedad cada uno
se identifica con una escala de valores diferente; unos por la categoría
profesional, otros por depósitos bancarios, otros por hectáreas de terrenos, todas
las escalas de valores son muy lícitas y respetables. Por otra parte también hay personas que se miden en la escala
de los valores humanos, los trabajos en favor de la comunidad y la solidaridad,
el crecimiento colectivo y el bienestar social; a buen seguro en esa escala de
valores estará presente también la conservación de la cultura tradicional de la
España vaciada.
Que
esta situación se pase pronto, necesitamos volver a consultar los tomos de
nuestra historia, que muchos están archivados en las residencias geriátricas.
Tal vez tendremos que volver la vista atrás hacia la España vaciada, para
aprovechar el camino que nuestros ancestros pre-industriales nos han tallado en
la dura roca de la vida, con formas lentas y seguras de caminar.
Aquellas
formas de vida, que en tantas ocasiones prodigamos, nos ofrecen competencias
laborales y valores humanos que nos servirán para vivir el confinamiento y
saber enfocar la nueva era que a bien seguro estamos empezando.
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